domingo, 21 de septiembre de 2008

Beach Boys - Pet Sounds


El último disco que ha pasado a engrosar mi colección de material audiovisual no es otro que el mítico Pet Sounds, de los Beach Boys. La verdad es que no es un disco nuevo para mí, tengo una triste copia en cd desde hace más de una década, y aunque en estos años he tenido muchas oportunidades de salir de una tienda con él, no ha sido hasta ayer, cuando por un precio ridículo (6,90 euros) me pude hacer con la edición especial del 40 aniversario, que me decidí a llevármelo a casa. En esta edición se incluye un cd con la música en formato mono y stereo y un dvd, el cual no he podido ver todavía, con reportajes como el típico “como se hizo”, una entrevista con Brian Wilson y alguna que otra golosina.

Sobre la música, poco nuevo voy a poder aportar yo. Obra puntera siempre en las listas de mejores albums de la historia, todo crítico que se precie jurará que escucha este disco todas las noches antes de ir a la cama. Lo mío, sin embargo no es tan radical. Como muchas veces, el exceso de belleza puede llegar a ser doloroso, y este disco para mí está asociado a noches frías en una triste Navidad, a la melancolía, a la genialidad enajenada de Brian Wilson,… Vamos, que podría empezar a escuchar este disco con una cerveza en la mano y acabar en la cama con un chocolate caliente.
En 1966 Brian Wilson rompía la imagen de banda surfera que se tenía de los Beach Boys y tras escuchar el Rubber Soul de los Beatles un mundo nuevo se le apareció. Si algo se puede destacar a primera vista es la cuidada producción: arreglos orquestales por todas partes, campanillas, vientos, múltiples gamas de órganos y mil cosas más que suenan y que solo una mente en otra dimensión pudo llegar a imaginarse y fundir en este mágico sonido. Por supuesto, esto es un disco de los Beach Boys, y por lo tanto ahí están esos fabulosos coros, a la postre única aportación real del resto del grupo. Respecto a las composiciones, este es el disco de “Wouldn’t It Be Nice”, “Sloop John B” y “God Only Knows” entre otras gemas. Quizás falto de un gran single (la que se hubiese liado si se hubiese incluido “Good Vibrations”), la heterogeneidad en el nivel compositivo a acabado por ayudar a mitificar aun más el álbum como conjunto.
No es muy difícil imaginar la cara de asombro que pusieron los mandamases de Capitol al escucharlo. En esas oficinas se pudo empezar a fraguar la locura de un Brian Wilson, que exhausto no pudo asimilar la incomprensión de la discográfica e incluso de su grupo hacia lo que él consideraba su obra maestra. A partir de aquí, decadencia, personal para Brian y a nivel de ventas y fama para los Beach Boys, que aunque editaron algún gran disco posteriormente nunca más volvieron a ser lo mismo.

Una obra maestra, visionaria y que abrió muchos caminos. Puede hacerse difícil de escuchar, pero como todos los grandes discos, te va haciendo mella hasta acabar por conquistarte.