martes, 29 de enero de 2013

Black Metal VIII: Bathory - Under The Sign Of The Black Mark

Cuenta la leyenda que en un tiempo ya muy lejano, surgió un claro en el tenebroso Bosque de los Cuchillos. Justo en el corazón de dicho claro se puede encontrar una misteriosa charca con una hermosa agua negra.

Under the Sign of the Black Mark

Este agua está destinada a mantenerse fresca y cristalina, casi pura, durante toda la eternidad, a pesar de albergar en su interior infinidad de restos de muerte y putrefacción, arrastrados a lo largo de un extenso cauce que tiene origen en las remotas Montañas de la Locura. Era por tanto una simple cuestión de tiempo que alguien, alguien especial con la suficiente visión como para entender la belleza de ese pérfido líquido, acabase encontrando dicho manantial, y comenzase su culto.

En 1987, apareció en las tiendas de discos un LP de inquietante portada, en la que se podía ver un extraño ser con cabeza de cabra y vigoroso cuerpo de luchador alzando sus brazosBathory scream al cielo, no a modo de plegaria u oración, sino como muestra de desafío. Unas letras de tipología medieval y de un color rojo intenso anunciaban, en la parte superior, el nombre de la banda artífice del disco, Bathory, y en la parte inferior, el nombre del LP, “Under the Sign of the Black Mark”.

Me imagino que pocos fueron los que en su momento pudieron entender que se encontraban ante uno de esos extraños casos de hombre adelantado a su tiempo que lo iba a arriesgar todo por la simple convicción de tener que dar un salvaje salto al vacío.  Tal fue la magnitud del desafío propuesto por Quorthon, líder de  la banda, que en su época no fue capaz de encontrar compañeros de viaje que compartiesen su visión, dejando la formación de Bathory en un minimalista one-man-band. En aquel momento, nadie pudo seguir los pasos de Quorthon, aquello resultaba demasiado peligroso e ininteligible.

Huelga decir que el camino hacia la suprema perversión se encontraba ahí mismo, al alcance del más común de los mortales desde años ha. Sin embargo, no fue hasta que Quorthon Quorthon firepresentó esta extraña mezcla de gruñidos, guitarras laceradas, baterías desatadas y producción low-fi (tremenda esta entrevista en la que el reportero se atreve a poner en duda la calidad del sonido) que el género oscuro por antonomasia encontró su patrón.

Observando la historia de la banda, se puede asegurar que el contenido de este tercer disco no es más que el coherente y depurado desarrollo de la virulenta y viciada oscuridad ya presente en el homónimo debut de 1984 y en su ligeramente decepcionante continuación, “The Return”.

Under the Sign of the Black Mark” es tanto más un cúmulo atroz de sensaciones que un mero instrumento de gozo musical. Cada escucha supone por lo tanto un desafío con el que esta nueva sensibilidad termina calando en el oyente. De la forma más natural, las tétricas intros dan paso a temas extremadamente violentos (“Massacre”, “Equimanthorn” ó “Chariots of fire”) y estos, a su vez,  se entremezclan con pesados medios tiempos (“Call from the Grave”, “13 Candles”), todo ello siempre tamizado con un sonido abrupto en extremo.

Poco a poco, se deja sentir el oscuro influjo de Bathory y cuando hemos llegado a escuchar las suficientes veces ese metálico y wagneriano manto que resulta ser “Enter the Eternal Fire”, no nos queda otra cosa que claudicar ante lo evidente: Quorthon por fin ha sido capaz de expresar con pasión y fidelidad el fruto de su culto nocturno, tendiéndonos una terrible trampa a los meros mortales. El Black Metal ha nacido y a nosotros, tan pequeños e insignificantes, ya solo nos queda la posibilidad de rendirle pleitesía.

viernes, 18 de enero de 2013

2ª G.M.: Mein Kampf

Tras el fallido intento de golpe de estado protagonizado por varios dirigentes del Partido Nacional-Socialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP) el 8/9 de Noviembre de 1923, Hitler da con sus huesos en la cárcel de Landsberg durante 9 meses, periodo en el cual aprovechó para escribir el “Mein Kampf”.

Portada Mein Kampf

En este libro expresa las características del ideario nacionalsocialista, entremezclándolas con apuntes autobiográficos, resultando ambos aspectos fundamentales a la hora de entender el trasfondo ideológico de la Segunda Guerra Mundial y por ende, la crueldad y el odio visceral que azotaron Europa y el mundo en general durante esos años.

Unas tres semanas con tiempo libre han sido suficientes para Hitler en prisióndar buena cuenta de “Mi lucha”. Sin llegar a las cotas de genialidad propagandística que el führer alcanzaba en sus discursos, hay que admitir que tras su lectura se entiende mejor la gran potencia que Hitler tuvo a la hora de elevar el ánimo de una generación de alemanes humillados (pérdida de la Gran Guerra), sin esperanza (tratado de Versalles) y sin ninguna fe en la política, apostando por una nueva forma de gobierno totalitaria que atacaba a todas las causas externas que Hitler creía causantes del desastre.

Obviamente, hay muchos aspectos desagradables en la retórica y la “mágica” demagogia de sus palabras; mismamente los aspectos raciales resultan del todo inabordables desde la perspectiva actual, cuando sabemos todo lo que conllevaron. Es cierto que el libro no apunta directamente al desarrollo de un genocidio judío, pero ya existen inquietantes referencias a políticas de depuración de la raza mediante la castración de individuos inferiores.

La parte más apasionante del libro la podemos encontrar en la descripción de sus primeros discursos públicos. Ya fuese en la cervecería Hofbräuhaus Kéller o en el Circo Krone de Múnich, resulta emocionante imaginarse a un primerizo Adolf dirigiéndose a pequeñas congregaciones de gente con sus enérgicos discursos, electrizando el ambiente con su instinto animal. Cada reunión parece un triunfo que multiplicaba su popularidad, y aún a día de hoy el aspecto sociológico de dicho éxito debe resultar incomodo de explicar: Apelar al odio para darle oscura esperanza a la gente.

Discurso Hitler

El mensaje de Hitler rebosaba odio. Odio racial, odio territorial, odio por la pérdida del honor, odio a la débil y corrupta política y al fin y al cabo, odio de una época, la suya, sin ilusiones ni posibilidades. Sin embargo, debajo de toda esa pesadumbre se deja sentir una fuerte preocupación por su patria y las gentes menos favorecidas del Reich. ¿Actuó realmente Hitler movido por amor a su país? ¿Estaba realmente convencido de que el infierno que desencadenó era la mejor solución para los problemas de su gente? Cabe preguntarse pues, si simplemente era un hombre tratando de defender a los suyos y, en última instancia, ¿dónde están los límites del instinto de supervivencia humano?