Noche de viernes. Cansancio. Picor de ojos, falta de sueño, cabeza abotargada. Demasiado curro, demasiado deporte, demasiada rutina. Ya está, una semana más, otra semana menos. Un viernes siempre es una dulce victoria.
Con los años, las noches de vitalidad desbordante han dado paso al reposo y todo el cansancio acumulado, por lo normal, me tumba frente a la luz silenciosa del televisor, o me deja postrado junto a mi compañera en nuestra cama. La vida decelera.
Y sin embargo, a todo el mundo le pasa, hay ocasiones en las que la tensión semanal se acumula y produce una reverberación interior que hasta impide descansar.
En esas extrañas ocasiones yo lo tengo claro: intento sentarme tranquilo frente a una ventana, cojo unas cuantas cervezas frías y me dejo empapar por la música. Precisamente fue en una de esas noches, en las que encontré la magia de “Closing Time”.
La noche es, sin duda, el hábitat natural de este disco de corazones rotos, coches viejos, jazz destemplado y camareros poco amables. La noche, como refugio de chistes malos de barra de bar y de humo de tabaco, como respuesta a la vida en el alambre de los músicos perdidos que no necesitan otra cosa que un piano en el fondo de un bar para encontrar un hogar.
Paladeando estas “nanas de medianoche” encontraremos los maravilloso arpegios acústicos de “I Hope That I Don't Fall in Love With You”, el saxo etéreo que invita a soñar en “Midnight Lullaby”, la resacosa marea desatada por el golpe del contrabajo de “Virginia Avenue”, el más dulces de los pianos en “Martha”, la marcha be-bop rhythm'n'blues de “Ice Cream Man” ó la armoniosa coda instrumental “Closing Time”.
Artista inadaptado, el futuro depararía vertiginosas fantasías y abundantes obras maestras, pero eso lo sabemos ahora. Desde esta perspectiva, resulta curioso imaginar a un atribulado Tom Waits de 24 años, en fase formativa, desfilando y tomando apuntes por las calles más perdidas de la gran ciudad, en busca de inspiración. Su debut, este manifiesto noir, se muestra sensible y vacilante, cargado de influencias (la poesía beat, Dylan, Bukowsky,…) que aún deberán madurar para acabar de formar al discurso propio. Pero ah!, bendita inocencia, todavía es todo un placer dejarse perder en este mundo nocturno en el que Tom, que tan pronto aprendió a esconderse detrás de sus personajes, se muestra más sinceramente que nunca puesto que tiene poca cosa que perder.
Es viernes noche, no puedo dormir. La ciudad está llena de corazones rotos, pintas de cerveza a medio beber y coches vagabundeando por las calles. Cansancio, parpados pesados, ensoñaciones para los agitados, y descanso final.
Es la hora de cerrar.