Cinco largas noches he tenido que pasar en el hospital debido a mi rotura de húmero. Cinco noches de espera, lo único que se puede hacer en un hospital. En ese tiempo, tres fueron los compañeros de habitación, y para mi desgracia, o bien ellos mismos, o bien sus acompañantes, eran expertos dominadores del arte del ronquido.
Tras una primera noche aciaga, que pese a los tranquilizantes y demás farmacología, devino en una tragedia de insomnio nervioso, decidí buscar remedio para tamaño entuerto. Fue de esta manera como entregué mis dolorosas noches de hospital al espíritu de la música.
Mi reproductor de mp3 tiene una capacidad importante y un contenido muy heterogéneo, lo cual garantiza una reproducción aleatoria llena de contrastes, y así fue. He de admitir que pese a que en ciertas ocasiones, el efecto sedante que pretendía tornó en jolgorio interno (porque a ver quién es el guapo que reduce el ritmo de sus constantes vitales al ritmo de, por ejemplo, un “Can't You Hear Me Knocking”), la estrategia resultó efectiva e incluso me proporcionó unas cuantas sorpresas y sensaciones, por decirlo de alguna forma, “alternativas”.
Como loco obseso de la música desde hace más de 15 años, nunca he desaprovechado una ocasión para ponerme un cd o lo que sea. Sin embargo, en esta ocasión me encontraba reticente, más que nada, por no asociar lo escuchado al dolor y la angustia. Nada más lejos de la realidad, será difícil que recuerde mal los instantes de duermevela que disfruté con los gritos de Quorthon, la rabia supurada de “Transilvanian Hunger”, la intrigante magia de “Out of the Mountain” o del enorme Johnny Cash (“I Hung My Head” y “Ain't No Grave (Gonna Hold This Body Down)” las escuché poco antes de entrar en quirófano). Y obviamente, “Sister Morphine”.
Son las doce de la noche, llegan los tranquilizantes y los últimos antibióticos del día. La simpática enfermera siempre me dice lo mismo: “Me gusta mucho esta combinación de medicamentos, ya verás”. Apagamos las luces, trato de buscar postura, comienzo a sudar. Mi fiel compañera me pregunta si necesito algo. “No, gracias”. Más calor y un hormigueo atroz llegan a mi brazo. Las medicinas comienzan a hacer efecto. Arranco mi mp3. Hipnos y Apolo. Volar.
“Here I lie, in my hospital bed.
Tell me, Sister Morphine, when are you coming round again?
Oh, I don't think I can wait that long.
Oh, you see that I'm not that strong"
2 comentarios:
Coño, ahora me entero que por una rotura de húmero se hay que quedarse 5 dias en el hospital ¡flipante! Yo pensé que te escayolaban y pa casa. Al menos antes era así. Ya te imagino tecleando con una sola mano, ¡tiene mérito, eh! Por lo que cuentas te hizo buen efecto el tratamiento musical, y bien mirado por la parte positiva... ¡con pastis gratis! jeje.
Nah, en cuatro dias recuperau y a moyar esi brazu en San Lorenzo, que la salitre ye buena para cicatrizar. Enga ahí coñiooo!!
Los 5 días fueron más bien por cuestiones coyunturales... vamos, que no había quirófano. Ahora, la escayola la llevas dentro, te meten un clavo para fijar y listo. Una operación sencilla.
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