Oigo llanto, veo a mi familia. Lloran por mí, estoy muerto. Comienzo a comprender, estoy despertándome, me llevan a la sala de rehabilitación. Soñar que me muero durante la operación, así de original soy. Me arde el hombro, me duele el brazo. Comienzan a darme morfina. No me atrevo a moverme, tenso todo el cuerpo. Soy una roca nerviosa. Quiero verlo todo, saberlo todo. “Wake up young man, it's time to wake up”.
Mis primeros minutos consiente tras la operación fueron extraños, dolorosos y alegres.
Mear es fácil, solo tengo que llegar al baño. Tengo que expulsar la anestesia. Es importante. Me tengo que poner de pie, caminar hasta el retrete. Ale me ayuda a ponerme en pie, pero algo va mal. Gruño. Sí, gruño como un perro. Me vienen a la cabeza imágenes de perros con patas escayoladas. Gruño y aviso: “Hay algo ahí”. Todo mi brazo está loco, no entiendo nada. ¿Qué trata de decirme? ¿Qué es eso que siento? “Hay algo ahí”.
Da lo mismo, tengo que ir al baño. Camino y me siento en el baño. Algo empieza a ir muy mal. Comienzo a mear, pero tengo ganas de vomitar. De repente todo mi cuerpo suda, el sudor me recorre desde la cabeza, llega a mi nariz y me abandona para caer sobre mis piernas. Tengo la barriga hinchadísima. Se me duermen los dos brazos. Empiezo a marearme, estoy alucinando. Gruño y pienso en Bob, de Twin Peaks. “Abre la puerta”, repito entre gruñidos. “¿Qué puerta?” No hay puerta.
La primera vez que me levanté de la cama tras la operación, tuve una alucinación y delirios. Bastante angustioso para mí, no me quiero imaginar lo que se le pasaría a la pobre Ale por la cabeza.
“Doctor, me han dejado de crecer las uñas”. “¿Ein?”.
Durante todo el tiempo que he estado escayolado, las uñas de mi mano izquierda dejaron de crecer. Nadie supo decirme a qué era debido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario